Ya no tengo la necesidad de convertir en realidad sueños que quizás fueron míos
o tuyos
o de nadie.
Ya la soledad es compañera cómplice de mis desvelos,
de mis pensamientos
o de la nada.
La luz de la vela
El aroma del incienso
El sabor de la copa de vino
El calor del fuego en invierno
La compañía de un libro
El tacto suave de la cobija que me arropa
Y la imaginación en penumbra
Compañeros fieles de atardeceres tempranos
Penumbra que no deja salir palabras que escribir, porque ya no hay nada que decir.
Y si lo hay... si lo hay no sé contarlo.
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