Aprendí que la soledad también es compañera.
Que todo es bonito si se elige desde el querer y no desde la necesidad.
Que las personas vienen y van, algunas a ratos, otras por un tiempo y otras siempre.
Y que no pasa nada.
Aprendí lo suficiente para saber estar y saber irme.
Que si no te eligen, está bien.
Que si no eres prioridad, está bien.
Pero no te equivoques, no me quedo a pesar de todo.
No soy ave de paso.
Ni puerto de ida y vuelta.
Soy la inmensidad del océano.
La tormenta y la calma.
Todo o nada.
No me quedo donde no siento.
Donde no me sienten.
No soy el secreto de nadie.
Ni versos de media tinta.
Sara G. Mendiguchia
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