A veces las preguntas no son más que nuestro propio reflejo, son un espejo de lo que somos, de lo sentimos, incluso de lo que hacemos.
Me costó entenderlo varias eternidades desde el lado oscuro de un alma sin esencia.
Yo, que entendía las preguntas como un acto de generosidad, respondía casi en la inocencia de no saber si mi respuesta apaciguaba o encendía, como quien busca el agua en un incendio anunciado, sin saber que la pregunta no era para mí pero si las consecuencias.
Pero también aprendí, desde almas con esencia y quizás desde mi propia esencia, que son una ventana por la cual asomarnos y ver los sueños de alguien más, que no hay siempre incendios que sofocar.
Que a veces la respuesta no es lo importante, que hay preguntas que están hechas para quedarse vibrando en el aire, obligándonos a pensar, a creer.
Porque, al final del día, no somos las respuestas que hemos acumulado, sino la curiosidad con la que nos atrevemos a interrogar al destino.
Sara G. Mendiguchia