Es mi santuario invisible.
Hay un lugar donde las palabras sobran,
donde el tiempo no corre, se queda a descansar.
Es la tregua sagrada tras la batalla diaria,
el murmullo del ser que no necesita gritar,
una luz que no quema, una calma necesaria,
que enseña que para avanzar, a veces hay que parar.
No temas al silencio, no es soledad ni frío,
es el puente que cruzas para volverte a encontrar.
Como el fondo sereno que sostiene al río,
es el único puerto donde puedes, al fin, naufragar.
Sara G. Mendiguchia